sábado, 6 de febrero de 2016

Echar de menos

Te echo de menos a pesar de que fue decisión mía, dolorosa de tomar y difícil de pasar. 

Echo de menos verte y poder hablar durante horas como si no pasara el tiempo. 

Echo de menos verte y poder disfrutar de los silencios como si fuera música. 

Echo de menos reír contigo y escuchar tu risa superando el límite de decibelios. 

Echo de menos criticar contigo, contar las cosas y opinar de todo como si fuéramos grandes expertos conocedores de las limitaciones. 

Echo de menos pasear contigo y que sin querer nos cojamos de la mano. 

Echo de menos cenar en cualquier sitio y compartir ese momento.

Echo de menos poder mirarte sin que te des cuenta y sentir una paz interior que pocos pueden entender.

Sí, te echo de menos y me gustaría saber qué tengo que hacer para que todo salga bien.

Definitivamente, te echo mucho de menos.

jueves, 22 de enero de 2015

La otra gente

Hay mucha gente a la que le gusta viajar. Visitamos los monumentos más conocidos, entramos a su(s) iglesia(s), catedral(es) o mezquita(s), leemos atentamente algunos paneles informativos que nos cuentan su historia y compramos en las tiendas de recuerdos. Pero siempre se nos olvida algo. Bueno, más bien alguien: la gente del lugar, los habitantes. Ellos, al igual que nosotros, tiene su historia. Quizás sea más larga o sea más corta, pero no deja de ser apasionante: un niño que vuelve de la escuela y que habrá discutido porque su compañera quería utilizar el mismo color que él; una chica que va escuchando música por la calle y que probablemente vuelva de la universidad; un hombre que seguramente tenga hijos y por ellos abre su cafetería, para poder darles lo mejor; una señora que va paseando a su perro mientras piensa en todo lo que ha sufrido en su vida y lo tranquila que está ahora. Etcétera. Nuestra vida la consideramos normal. Tenemos unas rutinas que cumplimos casi a diario y no nos damos cuenta de que en otras partes del mundo hay gente que hace lo mismo que nosotros. 

Por eso, cuando visito un nuevo lugar, aunque no me haya gustado, pienso en toda esa gente e imagino sus vidas. Esa gente desconocida. La otra gente.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Por ejemplo, sonríe

Continuamente estamos empezando una nueva vida. A veces, no nos damos cuenta al momento. Nos damos cuenta después, cuando todo ha terminado. Otras veces, lo notamos enseguida. 

Por ejemplo, cuando dejas tu pueblo o tu ciudad y te embarcas en la aventura de estudiar en un lugar diferente, en el que conocerás gente diferente y en el que te ocurrirán cosas diferentes a las que estabas acostumbrado. O cuando te vas de Erasmus o con cualquier otro programa de intercambio, lejos de tu familia y amigos, casi con una mano delante y otra detrás, sin saber qué te vas a encontrar o a quién vas a conocer. Esa gente será tu familia durante los próximos meses y cuando todo termine, cada uno tomará su camino, pero todos echaréis la vista atrás y sonreiréis.

Por ejemplo, cuando conoces a alguien y ese alguien, poco a poco, cambiará tu vida. No tiene que ser solo en el amor, también lo puede ser en la amistad. Alguien que entra una noche, una tarde, una mañana en tu vida y no vuelve a salir. Esa amistad que sabes que por muy lejos que estés y por poco que habléis, los momentos que habéis vivido juntos serán inolvidables y os gustará sentaros a tomar un café o una cerveza y rememorarlos. Y volveréis a sonreir.

Por ejemplo, cuando decides adoptar un animal. Nunca sabrás cual fue su pasado, y al principio será difícil que se adapte a ti. Cuando lo haga, que te espere en la puerta cuando llegues, que venga a pedirte comida, a que lo saques de paseo, que estés cocinando y esté a tu lado, esperando que se te caiga algo para cogerlo antes de que toque el suelo, que planches algo negro, lo dejes en la cama y se suba encima para que nunca lo olvides, que se meta en tu cama antes que tú para calentarla, que se acurruque a tu lado y sientas su agradecimiento. Todo esto, cuando acabe, te volverá a hacer sonreir.

Por ejemplo, cuando empiezas un nuevo trabajo y en ese trabajo sientes que estás ayudando a alguien. Su gratitud, aunque no te la diga, la notarás. Aunque sea únicamente sirviendo un café, notas que esa persona está mal y con tu sonrisa le estás ayudando. Un niño en el colegio que se hace una herida y tú lo curas. Él te mirará como el salvador del universo, el Goku de ese colegio. Y más cosas. Todo, cuando lo recuerdes, te hará sonreír.

Y ahora, tú, que estás leyendo esto, rebuscas en tu pasado, recuerdas todos estos momentos y no te queda más remedio que, por ejemplo, sonreír.

martes, 1 de abril de 2014

El adiós y una sombra

¿Por qué es tan difícil decir adiós? Es una simple palabra. Es como decir “te quiero” o “perdóname”. Y es difícil hasta el extremo de imposible. ¿Y por qué? Supongo que por todo lo vivido. En el tren de la vida rememoras conversaciones, mil momentos inolvidables te vienen a la cabeza, los sentimientos afloran de nuevo y una sonrisa y una lágrima asoman al mismo tiempo. Quieres volver atrás. Maldices por ello. Ya es demasiado tarde. La vida debe continuar. Es una dura decisión, pero el tren tiene primera parada, última parada y la típica en la que se detiene mucho tiempo. Es ahí donde estás ahora y, harto de esperar, te obligas a bajar. No es el final del trayecto, pero sientes que es el momento de descubrir lo que puede deparar. Sin un “te quiero”, sin un “perdóname” aunque sí con ese adiós que tanto ha costado decir.

*****************


Está ahí detrás, ¿lo ves? ¿No? Pues date la vuelta. ¿Sigues sin verlo? Está acechando, esperando el momento de aparecer. Siempre lo está. Desde que nacemos, hasta que morimos. ¿Sigues sin saber qué es? Piensa un poco, no es tan difícil. Alguna vez has pensado en él. Es más, me atrevería a apostar que ha sido en tu más absoluta soledad. Ahí es cuando más lo recordamos, como si de una sombra se tratara. Hablamos con él, le reprochamos, le felicitamos, nos disgustamos, lloramos, reímos. Nos invaden sentimientos que no sabemos definir. Y nunca nos responde. ¿De verdad no sabes todavía qué es? Uno de los tres fantasmas, aunque más que tres, siempre he pensado que son dos. ¿Ya?  Pues ahora piensa en él, en tu pasado, ese tiempo que pudo ser bueno o malo. Pero nunca lo olvides. Jamás. Forma parte de ti y lo sabes. Siéntete orgulloso de él.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Iluminado

Una luz me ilumina. No la del árbol del anuncio de la Lotería. Tampoco soy Marta Sánchez. Ni quiero. La luz que me ilumina es la del móvil. Y la del despertador que indica las 3:35. Con los dos puntos y todo cuando yo soy de poner una "h" de hora. O en su defecto una coma.

También está la luz de la alargadera. Ese pilotito rojo que puede resultar inquietante. Inquietante, pero necesario. Y si me levanto un poco alcanzo a ver la luz azul del router. Pero no lo voy a hacer.

Me doy la vuelta y me rodeo de sábanas de franela, mantas y colchas. Ahora solo me ilumina el móvil. Si lo apago, queda una oscuridad calentita. Quiero huir del frío de fuera, pero me persigue. Aquí al menos me siento protegido.

Noto que la cama es grande. Hace unos meses era del mismo tamaño. Dos respiraciones se unían. A veces incluso eran ronquidos. Y por mucho frío que hiciese, siempre hacía calor. Ese tiempo ya acabó y ahora solo me puede dar calor un móvil. Lo echo de menos. Mucho. Pero la vida sigue.

Saco la cabeza. El frío me invade. Y la luz roja de una alargadera y un despertador que allá en la estanteria marca las 3:47. Y por supuesto, la luz de mi móvil rodeado de sombras a la espera de una larga noche.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Páginas en blanco

Una página en blanco. Es lo que encuentras si abres mi libro. No una, sino varias. Páginas en blanco de los capítulos de mi vida que no se resolvieron. O que abandoné por completo. A veces esos capítulos se retoman, pero la mayoría se quedan ahí, en el olvido. Algunos se completan con el tiempo y otros no. 

Ahora miro por la ventana y pienso en ello. Siempre deseo completar esos capítulos sueltos, esas páginas vacías de letras, palabras, frases, oraciones y texto. Pero muchas veces sé que no merece la pena. Soy partidario de dar segundas oportunidades, e incluso terceras, pero no siempre merece la pena. Otras hasta me tendría que haber ahorrado la primera. 

Tengo un libro de relatos cortos. Aunque a veces se intercala alguna novela. Y muy pocas un best seller. Mi vida es así, un constante cambio que a veces se estanca. Pero, ¿sabéis qué? Me encanta. Y ahora mismo no la cambiaba por nada. O cambiaba alguna cosilla y retocaba pequeños matices del pasado. 

De momento dejemos que continúe la historia. Que siga ese momento. Que se rellenen las página en blanco.

jueves, 31 de octubre de 2013

Finales

FIN

A menudo, cuando terminamos de leer un libro a pensamos ¿Y ahora qué? ¿Qué pasará con los personajes? Pero nunca nos hemos parado a pensar que eso realmente pasa en nuestra vida. Y con suerte, muchísimas veces. 

El final de una etapa se puede asemejar al final de un libro, eso que llamamos pasar página. El fin del instituto, el fin de la universidad, un traslado si eres interino o mudarte a otro país cuando en el tuyo no te puedes quedar. Todo eso son finales, pero entre medio, podemos meter otras páginas, libros complementarios: una Erasmus, un viaje importante de negocios o de placer con tus amigos, pareja, familiares cercanos... Y otras veces son libros con un final triste: una ruptura, un fallecimiento, un suspenso... Pero creo que de todas se puede sacar algo positivo e incluso aprender de ello. Hasta en los casos más dramáticos. Sí. Estoy convencido. Es más, a veces los finales son hasta necesarios, para bien o para mal. 

Pero mientras, en nuestra mente seguiremos pensando qué habrá pasado con Harry Potter, Frodo o Bastián de La Historia Interminable. O con aquellos que un día dejamos o nos dejaron atrás. Y mientras, seguiremos también esperando el próximo final. Hasta la hora del último anexo.

FIN

martes, 29 de octubre de 2013

El cambio

Todo va a cambiar 

El mundo tal y como lo conozco, en unos meses no será así. Granada no será más Granada. Sevilla no será más Sevilla. ¿Cambiará Málaga? ¿O volverá Garrucha a ser la Garrucha de hace seis años? Y realmente no sé lo que quiero. Bueno sí, pero es imposible. Al menos de momento, quizás en estos meses inventen algo que me permita estar en varios sitios a la vez. Y si me dejara guardar los recuerdos de todos los sitios sería la hostia.

Tengo varios sueños por cumplir. Miles de cosas que hacer. Y no hay dos que sean en el mismo lugar. Me encantaría vivir un año en París. Yo, que soy anticiudades grandes me quiero ir a París. Pero se sale de las posibilidades económicas. Malditas metrópolis. Algún pueblecito de Francia sería la caña, pero sé que me acabaría amargando al final. 

¿Un país de habla inglesa? Me vendría genial, desde luego. Pero da tanta pereza.... Ciudades como Oxford, Cambridge e incluso Edimburgo no me importaría. Ciudades pequeñitas en las que no te aburras. 

Y lo más duro de todo, como a tantos le pasa y ya he dicho, es el dinero. El mayor handicap que encontramos y lo que más nos motiva a irnos. ¿Seré yo el siguiente? El tiempo lo dirá. Concretamente, el septiembre próximo. Sólo hay una cosa clara.

Todo va a cambiar

viernes, 30 de agosto de 2013

Esperanza, momento y sensación

La luz verde parpadeante del faro me ciega. Y me fascina a partes iguales. Es curioso el color, da esperanza a los barcos, aclarándoles que la tranquilidad está cerca: es el verde de la esperanza. ¿Tenéis esperanza? Nunca hay que perderla, siempre se ha dicho. La esperanza de vivir. La esperanza de lograr. La esperanza de triunfar.

Esa esperanza

¿Nunca habéis tenido momentos en los que no sabíais continuar y al final, de un modo u otro, habéis terminado por conseguirlo? Pues esos momentos son los que merece la pena recordar. El momento en el que lo consigues. El momento en el que la esperanza ha renacido. El momento en el que todo se ve de manera positiva. 

Ese momento

La sensación de poder decir que ahora sabes seguir el camino. O gritarlo. Casi mejor gritarlo, ¿no? La sensación de sentirte bien contigo mismo. La sensación de que ahora sólo te importas tú. La sensación de tu momento. La sensación de tu logro.

Esa sensación


lunes, 26 de agosto de 2013

El rey

El rey ha sido destronado. Tocó fondo hace mucho, pero ahora se confirma la realidad. Observa a su alrededor todos los recuerdos. Las mil y una batallas ganadas y la guerra perdida. No sabe si pegarle a la pared o simplemente dejar pasar el tiempo. Quizás lo segundo sea lo mejor. Pero después de tanto tiempo, tantos conflictos solucionados, tantos asaltos y enfrentamientos, acabar así era lo que menos esperaba. Pero ya se sabe: llora como una mujer lo que no has sabido defender como un hombre. Grandes palabras que se tildarían de machistas, pero que reflejan la realidad de muchos y la de él especialmente.

¿Y ahora qué? El rey se sienta y sigue mirando a su alrededor. No se puede retroceder en el tiempo. ¡Tantas cosas cambiarían! Pero toca responder: ahora todo y nada. La nada tan infinita y el todo tan ínfimo. Nada es lo que tiene y todo es lo que tenía.

Hay que tomar una decisión. Y tomar una decisión siempre es importante, y el rey tiene que meditarla. Se preparará para una guerra. Una guerra que luchará el solo, sin aliados. Su propia guerra contra todo el mundo. Y cuanto antes mejor.

De momento, el rey ha sido destronado.