Un gintonic y un tinto de verano en la mesa. Es lo único que nos separaba. Nos acabábamos de conocer. ¿Qué más podía haber? Sólo hemos hablado tres veces. Y a veces es lo mejor para una primera cita. Las preguntas dan más juego. Que si familia, que si amigos, que si estudios. No hay que complicarse mucho la vida.
También es un riesgo. La conversación se puede estancar si uno de los dos no está por la labor. En este caso no. En este caso todo fluye como si nada. Nada es lo que hay a nuestro alrededor. La gente está. Nosotros los aislamos. La conversación corre fluidamente. En poco rato nos conocemos bastante bien. Todo lo bien para saber de qué pie cojea cada uno. ¿Qué será lo siguiente?
Nos levantamos. Pagamos. Vamos al baño. Es un baño alejado. Y bastante limpio para ser público. Y de ahí, a dar un paseo. La noche acompaña. Y andamos un rato. Seguimos hablando sobre cosas triviales y sin importancia. ¿Te lanzarás? ¿Me lanzaré? La noche lo dirá.
Pero la noche es corta. Mañana nos esperan nuestras actividades cotidianas. Me da mucha pereza, pero es así. Y la sensación es buena. Así que probablemente habrá más ocasiones. ¿O no? Qui sait. El tiempo hablará por sí solo. Al menos esta noche ha sido buena.
Te vas. Me voy
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